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APENDICE 3 8 ñòîð³íêà

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Inclinandose, me muerde el labio inferior con los dientes y tira suavemente. Me derrito contra su cuerpo y dejo de respirar a la vez que las entranas se me revuelven de deseo. Le correspondo, clavandole los dientes en el labio superior, provocandole, y el grune. Cuando se abren las puertas del ascensor, me lleva de la mano hacia el vestibulo y cruzamos la puerta de doble hoja hasta el pasillo.

- ?Necesitas una copa o algo?

- No.

- Bien. Vamonos a la cama.

Arqueo las cejas.

- ?Te vas a conformar con una simple y aburrida relacion vainilla?

Ladea la cabeza.

- Ni es simple ni aburrida ... tiene un sabor fascinante -dice.

- ?Desde cuando?

- Desde el sabado pasado. ?Por que? ?Esperabas algo mas exotico?

La diosa que llevo dentro asoma la cabeza por el borde de la barricada.

- Ay, no. Ya he tenido suficiente exotismo por hoy.

La diosa que llevo dentro me hace pucheros, sin lograr en absoluto ocultar su desilusion.

- ?Seguro? Aqui tenemos para todos los gustos ... por lo menos treinta y un sabores.

Me sonrie lascivo.

- Ya lo he observado -replico con sequedad.

Menea la cabeza.

- Venga ya, senorita Steele, manana le espera un gran dia. Cuanto antes se acueste, antes la follare y antes podra dormirse.

- Es usted todo un romantico, senor Grey.

- Y usted tiene una lengua viperina, senorita Steele. Voy a tener que someterla de alguna forma. Ven.

Me lleva por el pasillo hasta su dormitorio y abre la puerta de una patada.

- Manos arriba -me ordena.

Obedezco y, con un solo movimiento pasmosamente rapido, me quita el vestido como un mago, agarrandolo por el bajo y sacandomelo suavemente por la cabeza.

- ?Tachan! -dice travieso.

Rio y aplaudo educadamente. El hace una elegante reverencia, riendo tambien. ?Como voy a resistirme a el cuando es asi? Deja mi vestido en la silla solitaria que hay junto a la comoda.

- ?Cual es el siguiente truco? -inquiero provocadora.

- Ay, mi querida senorita Steele. Metete en la cama -grune-, que enseguida lo vas a ver.

- ?Crees que por una vez deberia hacerme la dura? -pregunto coqueta.

Abre mucho los ojos, asombrado, y veo en ellos un destello de excitacion.

- Bueno ... la puerta esta cerrada; no se como vas a evitarme -dice burlon-. Me parece que el trato ya esta hecho.

- Pero soy buena negociadora.

- Y yo. -Me Mira, pero, al hacerlo, su expresion cambia; la confusion se apodera de el y la atmosfera de la habitacion varia bruscamente, tensandose-. ?No quieres follar? -pregunta.

- No -digo.

- Ah.

Frunce el ceno.

Vale, alla va ... respira hondo.

- Quiero que me hagas el amor.

Se queda inmovil y me mira alucinado. Su expresion se oscurece. Mierda, esto no pinta bien. ?Dale un minuto !, me espeta mi subconsciente.

- Ana, yo ...

Se pasa las manos por el pelo. Las dos. Esta verdaderamente desconcertado.

- Pense que ya lo habiamos hecho -dice al fin.

- Quiero tocarte.

Se aparta un paso de mi, involuntariamente; por un instante parece asustado, luego se refrena.

- Por favor -le susurro.

Se recupera.

- Ah, no, senorita Steele, ya le he hecho demasiadas concesiones esta noche. La respuesta es no.

- ?No?

- No.

Vaya, contra eso no puedo discutir ... ?o si?

- Mira, estas cansada, y yo tambien. Vamonos a la cama y ya esta -dice, observandome con detenimiento.

- ?Asi que el que te toquen es uno de tus limites infranqueables?

- Si. Ya lo sabes.

- Dime por que, por favor.

- Ay, Anastasia, por favor. Dejalo ya -masculla exasperado.

- Es importante para mi.

Vuelve a pasarse ambas manos por el pelo y maldice por lo bajo. Da media vuelta y se acerca a la comoda, saca una camiseta y me la tira. La cojo, pensativa.

- Pontela y metete en la cama -me espeta molesto.

Frunzo el ceno, pero decido complacerlo. Volviendome de espaldas, me quito rapidamente el sujetador y me pongo la camiseta lo mas rapido que puedo para cubrir mi desnudez. Me dejo las bragas puestas ... he ido sin ellas casi toda la noche.

- Necesito ir al bano -digo con un hilo de voz.

Frunce el ceno, aturdido.

- ?Ahora me pides permiso?

- Eh ... no.

- Anastasia, ya sabes donde esta el bano. En este extrano momento de nuestro acuerdo, no necesitas permiso para usarlo.

No puede ocultar su enfado. Se quita la camiseta y yo me meto corriendo en el bano.

Me miro en el espejo gigante, asombrada de seguir teniendo el mismo aspecto. Despues de todo lo que he hecho hoy, ahi esta la misma chica corriente de siempre mirandome pasmada. ?Que esperabas, que te salieran cuernos y una colita puntiaguda ?, me espeta mi subconsciente. ?Y que narices haces? Las caricias son uno de sus limites infranqueables. Demasiado pronto, imbecil. Para poder correr tiene que andar primero. Mi subconsciente esta furiosa, su ira es como la de Medusa: el pelo ondeante, las manos aferrandose la cara como en El grito de Edvard Munch. La ignoro, pero se niega a volver a su caja. Estas haciendo que se enfade; piensa en todo lo que ha dicho, hasta donde ha cedido. Miro cenuda mi reflejo. Necesito poder ser carinosa con el, entonces quiza el me corresponda.

Niego con la cabeza, resignada, y cojo el cepillo de dientes de Christian. Mi subconsciente tiene razon, claro. Lo estoy agobiando. El no esta preparado y yo tampoco. Hacemos equilibrios sobre el delicado balancin de nuestro extrano acuerdo, cada uno en un extremo, vacilando, y el balancin se inclina y se mece entre los dos. Ambos necesitamos acercarnos mas al centro. Solo espero que ninguno de los dos se caiga al intentarlo. Todo esto va muy rapido. Quiza necesite un poco de distancia. Georgia cada vez me atrae mas. Cuando estoy empezando a lavarme los dientes, llama a la puerta.

- Pasa -espurreo con la boca llena de pasta.

Christian aparece en el umbral de la puerta con ese pantalon de pijama que se le desliza por las caderas y que hace que todas las celulas de mi organismo se pongan en estado de alerta. Lleva el torso descubierto y me embebo como si estuviera muerta de sed y el fuera agua clara de un arroyo de montana. Me mira impasible, luego sonrie satisfecho y se situa a mi lado. Nuestros ojos se encuentran en el espejo, gris y azul. Termino con su cepillo de dientes, lo enjuago y se lo doy, sin dejar de mirarlo. Sin mediar palabra, coge el cepillo y se lo mete en la boca. Le sonrio yo tambien y, de repente, me mira con un brillo risueno en los ojos.

- Si quieres, puedes usar mi cepillo de dientes -me dice en un dulce tono jocoso.

- Gracias, senor -sonrio con ternura y salgo al dormitorio.

A los pocos minutos viene el.

- Que sepas que no es asi como tenia previsto que fuera esta noche -masculla malhumorado.

- Imagina que yo te dijera que no puedes tocarme.

Se mete en la cama y se sienta con las piernas cruzadas.

- Anastasia, ya te lo he dicho. De cincuenta mil formas. Tuve un comienzo duro en la vida; no hace falta que te llene la cabeza con toda esa mierda. ?Para que?

- Porque quiero conocerte mejor.

- Ya me conoces bastante bien.

- ?Como puedes decir eso?

Me pongo de rodillas, mirandolo.

Me pone los ojos en blanco, frustrado.

- Estas poniendo los ojos en blanco. La ultima vez que yo hice eso termine tumbada en tus rodillas.

- Huy, no me importaria volver a hacerlo.

Eso me da una idea.

- Si me lo cuentas, te dejo que lo hagas.

- ?Que?

- Lo que has oido.

- ?Me estas haciendo una oferta? -me pregunta pasmado e incredulo.

Asiento con la cabeza. Si ... esa es la forma

- Negociando.

- Esto no va asi, Anastasia.

- Vale. Cuentamelo y luego te pongo los ojos en blanco.

Rie y percibo un destello del Christian despreocupado. Hacia un rato que no lo veia. Se pone serio otra vez.

- Siempre tan avida de informacion. -Me Mira pensativo. Al poco, se baja con elegancia de la cama-. No te vayas -dice, y sale del dormitorio.

La inquietud me atraviesa como una lanza, y me abrazo a mi propio cuerpo. ?Que hace? ?Tendra algun plan malvado? Mierda. Supon que vuelve con una vara o algun otro instrumento de perversion? Madre mia, ?que voy a hacer entonces? Cuando vuelve, lleva algo pequeno en las manos. No veo lo que es, pero me muero de curiosidad.

- ?A que hora es tu primera entrevista de manana? -pregunta en voz baja.

- A las dos.

Lentamente se dibuja en su rostro una sonrisa perversa.

- Bien.

Y ante mis ojos, cambia sutilmente. Se vuelve duro, intratable ... sensual. Es el Christian dominante.

- Sal de la cama. Ponte aqui de pie. -Senala A un lado de la cama y yo me bajo y me coloco en un abrir y cerrar de ojos. Me mira fijamente, y en sus ojos brilla una promesa-. ?Confias en mi? -me pregunta en voz baja.

Asiento con la cabeza. Me tiende la mano y en la palma lleva dos bolas de plata redondas y brillantes unidas por un grueso hilo negro.

- Son nuevas -dice con enfasis.

Lo miro inquisitiva.

- Te las voy a meter y luego te voy a dar unos azotes, no como castigo, sino para darte placer y darmelo yo.

Se interrumpe y sopesa la reaccion de mis ojos muy abiertos.

?Metermelas! Ahogo un jadeo y se tensan todos los musculos de mi vientre. La diosa que llevo dentro esta haciendo la danza de los siete velos.

- Luego follaremos y, si aun sigues despierta, te contare algunas cosas sobre mis anos de formacion. ?De acuerdo?

?Me esta pidiendo permiso! Con la respiracion acelerada, asiento. Soy incapaz de hablar.

- Buena chica. Abre la boca.

?La boca?

- Mas.

Con mucho cuidado, me mete las bolas en la boca.

- Necesitan lubricacion. Chupalas -me ordena con voz dulce.

Las bolas estan frias, son lisas y pesan muchisimo, y tienen un sabor metalico. Mi boca seca se llena de saliva cuando explora los objetos extranos. Los ojos de Christian no se apartan de los mios. Dios mio, me estoy excitando. Me estremezco.

- No te muevas, Anastasia -me advierte-. Para.

Me las saca de la boca. Se acerca a la cama, retira el edredon y se sienta al borde.

- Ven aqui.

Me situo delante de el.

- Date la vuelta, inclinate hacia delante y agarrate los tobillos.

Lo miro extranada y su expresion se oscurece.

- No titubees -me regana con fingida serenidad y se mete las bolas en la boca.

Joder, esto es mas sexy que la pasta de dientes. Sigo sus ordenes inmediatamente. Uf, ?me llegare a los tobillos? Descubro que si, con facilidad. La camiseta se me escurre por la espalda, dejando al descubierto mi trasero. Menos mal que me he dejado las bragas puestas, aunque supongo que no me van a durar mucho.

Me posa la mano con reverencia en el trasero y me lo acaricia suavemente. Entre mis piernas solo atisbo a ver las suyas, nada mas. Cierro los ojos con fuerza cuando me aparta con delicadeza las bragas y me pasea un dedo despacio por el sexo. Mi cuerpo se prepara con una mezcla embriagadora de gran impaciencia y excitacion. Me mete un dedo y lo mueve en circulos con deliciosa lentitud. Oh, que gusto. Gimo.

Se me entrecorta la respiracion y lo oigo gemir mientras repite el movimiento. Retira el dedo y muy despacio inserta los objetos, primero una bola, luego la otra. Madre mia. Estan a la temperatura del cuerpo, calentadas por nuestras bocas. Es una curiosa sensacion: una vez que estan dentro, no me las siento, aunque se que estan ahi.

Me recoloca las bragas, se inclina hacia delante y sus labios depositan un beso tierno en mi trasero.

- Ponte derecha -me ordena y, temblorosa, me enderezo.

?Huy! Ahora si que las siento ... o algo. Me agarra por las caderas para sujetarme mientras recupero el equilibrio.

- ?Estas bien? -me pregunta muy serio.

- Si.

- Vuelvete.

Me giro hacia el.

Las bolas tiran hacia abajo y, sin querer, mi vientre se contrae alrededor de ellas. La sensacion me sobresalta, pero no en el mal sentido de la palabra.

- ?Que tal? -pregunta.

- Raro.

- ?Raro bueno o raro malo?

- Raro bueno -confieso ruborizandome.

- Bien. -Asoma A sus ojos un vestigio de humor-. Quiero un vaso de agua. Ve a traerme uno, por favor.

Oh.

- Y cuando vuelvas, te tumbare en mis rodillas. Piensa en eso, Anastasia.

?Agua? Quiere agua ahora? ?Para que?

Cuando salgo del dormitorio, me queda clarisimo por que quiere que me pasee; al hacerlo, las bolas me pesan dentro, me masajean internamente. Es una sensacion muy rara y no del todo desagradable. De hecho, se me acelera la respiracion cuando me estiro para coger un vaso del armario de la cocina, y ahogo un jadeo. Madre mia. Igual tendria que dejarme esto puesto. Hacen que me sienta deseada.

Cuando vuelvo, me observa detenidamente.

- Gracias -dice, y me coge el vaso de agua.

Despacio, da un sorbo y deja el vaso en la mesita de noche. En ella hay un condon, listo y esperando, como yo. Entonces se que esta haciendo esto para generar expectacion. El corazon se me ha acelerado un poco. Centra su mirada de ojos grises en mi.

- Ven. Ponte a mi lado. Como la otra vez.

Me acerco a el, la sangre me zumba por todo el cuerpo, y esta vez ... estoy caliente. Excitada.

- Pidemelo -me dice en voz baja.

Frunzo el ceno. ?Que le pida el que?

- Pidemelo -repite, algo mas duro.

?El que? ?Un poco de agua? ?Que quiere?

- Pidemelo, Anastasia. No te lo voy a repetir mas.

Hay una amenaza velada en sus palabras, y entonces caigo. Quiere que le pida que me de unos azotes.

Madre mia. Me mira expectante, con la mirada cada vez mas fria. Mierda.

- Azotame, por favor ... senor -susurro.

Cierra los ojos un instante, saboreando mis palabras. Alarga el brazo, me agarra la mano izquierda y, tirando de mi, me arrastra a sus rodillas. Me dejo caer sobre su regazo, y me sujeta. Se me sube el corazon a la boca cuando empieza a acariciarme el trasero. Me tiene ladeada otra vez, de forma que mi torso descansa en la cama, a su lado. Esta vez no me echa la pierna por encima, sino que me aparta el pelo de la cara y me lo recoge detras de la oreja. Acto seguido, me agarra el pelo a la altura de la nuca para sujetarme bien. Tira suavemente y echo la cabeza hacia atras.

- Quiero verte la cara mientras te doy los azotes, Anastasia -murmura sin dejar de frotarme suavemente el trasero.

Desliza la mano entre mis nalgas y me aprieta el sexo, y la sensacion global es ... Gimo. Oh, la sensacion es exquisita.

- Esta vez es para darnos placer, Anastasia, a ti y a mi -susurra.

Levanta la mano y la baja con una sonora palmada en la confluencia de los muslos, el trasero y el sexo. Las bolas se impulsan hacia delante, dentro de mi, y me pierdo en un mar de sensaciones: el dolor del trasero, la plenitud de las bolas en mi interior y el hecho de que me este sujetando. Mi cara se contrae mientras mis sentidos tratan de digerir todas estas sensaciones nuevas. Registro en alguna parte de mi cerebro que no me ha atizado tan fuerte como la otra vez. Me acaricia el trasero otra vez, paseando la mano abierta por mi piel, por encima de la ropa interior.

?Por que no me ha quitado las bragas? Entonces su mano desaparece y vuelve a azotarme. Gimo al propagarse la sensacion. Inicia un patron de golpes: izquierda, derecha y luego abajo. Los de abajo son los mejores. Todo se mueve hacia delante en mi interior, y entre palmadas, me acaricia, me manosea, de forma que es como si me masajeara por dentro y por fuera. Es una sensacion erotica muy estimulante y, por alguna razon, porque soy yo la que ha impuesto las condiciones, no me preocupa el dolor. No es doloroso en si ... bueno, si, pero no es insoportable. Resulta bastante manejable y, si, placentero ... incluso. Gruno. Si, con esto si que puedo.

Hace una pausa para bajarme despacio las bragas. Me retuerzo en sus piernas, no porque quiera escapar de los golpes sino porque quiero mas ... liberacion, algo. Sus caricias en mi piel sensibilizada se convierten en un cosquilleo de lo mas sensual. Resulta abrumador, y empieza de nuevo. Unas cuantas palmadas suaves y luego cada vez mas fuertes, izquierda, derecha y abajo. Oh, esos de abajo. Gimo.

- Buena chica, Anastasia -grune, y se altera su respiracion.

Me azota un par de veces mas, luego tira del pequeno cordel que sujeta las bolas y me las saca de un tiron. Casi alcanzo el climax; la sensacion que me produce no es de este mundo. Con movimientos rapidos, me da la vuelta suavemente. Oigo, mas que ver, como rompe el envoltorio del condon y, de pronto, lo tengo tumbado a mi lado. Me coge las manos, me las sube por encima de la cabeza y se desliza sobre mi, dentro de mi, despacio, ocupando el lugar que han dejado vacio las bolas. Gimo con fuerza.

- Oh, nena -me susurra mientras retrocede y avanza a un ritmo lento y sensual, saboreandome, sintiendome.

Es la manera mas suave en que me lo ha hecho nunca, y no tardo nada en caer por el precipicio, presa de una espiral de delicioso, violento y agotador orgasmo. Cuando me contraigo a su alrededor, disparo su propio climax, y se desliza dentro de mi, sosegandose, pronunciando mi nombre entre jadeos, fruto de un asombro prodigioso y desesperado.

- ?Ana!

Guarda silencio, jadeando encima de mi, con las manos aun trenzadas en las mias por encima de mi cabeza. Por fin se vuelve y me mira.

- Me ha gustado -susurra, y me besa tiernamente.

No se entretiene con mas besos dulces, sino que se levanta, me tapa con el edredon y se mete en el bano. Cuando vuelve, trae un frasco de locion blanca. Se sienta en la cama a mi lado.

- Date la vuelta -me ordena y, a reganadientes, me pongo boca abajo.

La verdad, no se para que tanto lio. Tengo mucho sueno.

- Tienes el culo de un color esplendido -dice en tono aprobador, y me extiende la locion refrescante por el trasero sonrosado.

- Dejalo ya, Grey -digo bostezando.

- Senorita Steele, es usted unica estropeando un momento.

- Teniamos un trato.

- ?Como te sientes?

- Estafada.

Suspira, se tiende en la cama a mi lado y me estrecha en sus brazos. Con cuidado de no rozarme el trasero escocido, vuelve a hacerme la cucharita. Me besa muy suavemente detras de la oreja.

- La mujer que me trajo al mundo era una puta adicta al crack, Anastasia. Duermete.

Dios mio ... ?y eso que significa?

- ?Era?

- Murio.

- ?Hace mucho?

Suspira.

- Murio cuando yo tenia cuatro anos. No la recuerdo. Carrick me ha dado algunos detalles. Solo recuerdo ciertas cosas. Por favor, duermete.

- Buenas noches, Christian.

- Buenas noches, Ana.

Y me duermo, aturdida y agotada, y sueno con un nino de cuatro anos y ojos grises en un lugar oscuro, terrible y triste.


Hay luz por todas partes. Una luz intensa, calida, penetrante, y me esfuerzo por mantenerla a raya unos cuantos minutos mas. Quiero esconderme, solo unos minutos mas, pero el resplandor es demasiado fuerte y, al final, sucumbo al despertar. Una gloriosa manana de Seattle me saluda: el sol entra por el ventanal e inunda la habitacion de una luz demasiado intensa. ?Por que no bajamos las persianas anoche? Estoy en la enorme cama de Christian Grey, pero el no esta.

Me quedo tumbada un rato, contemplando por el ventanal desde mi encumbrada y privilegiada posicion el perfil urbano de Seattle. La vida en las nubes produce desde luego una sensacion de irrealidad. Una fantasia -un castillo en el aire, alejado del suelo, a salvo de la cruda realidad- lejos del abandono, del hambre, de madres que se prostituyen por crack. Me estremezco al pensar lo que debio de pasar de nino, y entiendo por que vive aqui, aislado, rodeado de belleza, de valiosas obras de arte, tan alejado de sus comienzos ... toda una declaracion de intenciones. Frunzo el ceno, porque eso sigue sin explicar por que no puedo tocarlo.

Curiosamente, yo me siento igual aqui arriba, en su torre de marfil. Lejos de la realidad. Estoy en este piso de fantasia, teniendo un sexo de fantasia con mi novio de fantasia, cuando la cruda realidad es que el quiere un contrato especial, aunque diga que intentara darme mas. ?Que significa eso? Eso es lo que tengo que aclarar entre nosotros, para ver si aun estamos en extremos opuestos del balancin o nos vamos acercando.

Salgo de la cama sintiendome agarrotada y, a falta de una expresion mejor, bien machacada. Si, debe de ser de tanto sexo. Mi subconsciente frunce los labios en senal de desaprobacion. Yo le pongo los ojos en blanco, alegrandome de que cierto obseso del control de mano muy suelta no este en la habitacion, y decido preguntarle por el entrenador personal. Eso, si firmo. La diosa que llevo dentro me mira desesperada. Pues claro que vas a firmar. Las ignoro a las dos y, tras una visita rapida al bano, salgo en busca de Christian.

No esta en la galeria de arte, pero una mujer elegante de mediana edad esta limpiando en la zona de la cocina. Al verla, me paro en seco. Es rubia, lleva el pelo corto y tiene los ojos azules; viste una impecable blusa blanca y lisa y una falda de tubo azul marino. Esboza una ampia sonrisa al verme.

- Buenos dias, senorita Steele. ?Le apetece desayunar? -me pregunta en un tono agradable pero profesional, y yo alucino.

?Que hace esta atractiva rubia en la cocina de Christian? No llevo puesta mas que la camiseta que me dejo. Me siento cohibida por mi desnudez.

- Me temo que juega usted con ventaja -digo en voz baja, incapaz de ocultar la angustia que me produce.

- Ah, lo siento muchisimo ... Soy la senora Jones, el ama de llaves del senor Grey.

Ah.

- ?Que tal? -consigo decir.

- ?Le apetece desayunar, senora?

?Senora!

- Me gustaria tomar un poco de te, gracias. ?Sabe donde esta el senor Grey?

- En su estudio.

- Gracias.

Salgo disparada hacia el estudio, muerta de verguenza. ?Por que Christian solo contrata a rubias atractivas? Y una idea desagradable me viene a la cabeza: ?seran todas ex sumisas? Me niego a acariciar una idea tan espantosa. Asomo la cabeza timidamente por la puerta. Esta al telefono, de cara al ventanal, vestido con pantalones negros y camisa blanca. Aun tiene el pelo mojado de la ducha y eso me distrae por completo de mis pensamientos negativos.

- Salvo que mejore el balance de perdidas y ganancias de la compania, no me interesa, Ros. No vamos a cargar con un peso muerto. No me pongas mas excusas tontas. Que me llame Marco, es todo o nada. Si, dile a Barney que el prototipo pinta bien, aunque la interfaz no me convence. No, le falta algo. Quiero verlo esta tarde para discutirlo. A el y a su equipo; podemos hacer una tormenta de ideas. Vale. Pasame con Andrea otra vez. -Espera, Mirando por el ventanal, amo y senor del universo contemplando a la pobre gente bajo su castillo en el cielo-. Andrea ...

Al levantar la vista, me ve en la puerta. Una sensual sonrisa se extiende lentamente por su hermoso rostro, y me quedo sin habla al tiempo que se me derriten las entranas. Es sin lugar a dudas el hombre mas hermoso del planeta, demasiado hermoso para los seres vulgares de alla abajo, demasiado hermoso para mi. No, la diosa que llevo dentro me mira cenuda, demasiado hermoso para mi, no. En cierto modo, es mio ... de momento. La idea me produce un escalofrio y disipa mi irracional inseguridad.

Sigue hablando, sin dejar de mirarme.

- Cancela toda mi agenda de esta manana, pero que me llame Bill. Estare alli a las dos. Tengo que hablar con Marco esta tarde, eso me llevara al menos media hora. Ponme a Barney y a su equipo despues de Marco, o quiza manana, y buscame un hueco para quedar con Claude todos los dias de esta semana. Dile que espere. Ah. No, no quiero publicidad para Darfur. Dile a Sam que se encargue el de eso. No. ?Que evento? ?El sabado que viene? Espera.

»?Cuando vuelves de Georgia? -me pregunta.

- El viernes.

Retoma la conversacion telefonica.

- Necesitare una entrada mas, porque voy acompanado. Si, Andrea, eso es lo que he dicho, acompanado, la senorita Anastasia Steele vendra conmigo. Eso es todo. -Cuelga-. Buenos dias, senorita Steele.

- Senor Grey -sonrio timidamente.

Rodea el escritorio con su habitual elegancia y se situa delante de mi. Me acaricia suavemente la mejilla con el dorso de los dedos.

- No queria despertarte, se te veia tan serena. ?Has dormido bien?

- He descansado, gracias. Solo he venido a saludar antes de darme una ducha.

Lo miro, me embebo de el. Se inclina y me besa con suavidad, y no puedo controlarme. Me cuelgo de su cuello y mis dedos se enredan en su pelo aun humedo. Con el cuerpo pegado al suyo, le devuelvo el beso. Lo deseo. Mi ataque lo toma por sorpresa, pero, tras un instante, responde con un grave grunido gutural. Desliza las manos por mi pelo y desciende por la espalda para agarrarme el trasero desnudo, explorandome la boca con la lengua. Se aparta, con los ojos entrecerrados.

- Vaya, parece que el descanso te ha sentado bien -murmura-. Te sugiero que vayas a ducharte, ?o te echo un polvo ahora mismo encima de mi escritorio?

- Prefiero lo del escritorio -le susurro temeraria mientras el deseo invade mi organismo como la adrenalina, despertandolo todo a su paso.

Me mira perplejo un milisegundo.

- Esto le gusta de verdad, ?no, senorita Steele? Te estas volviendo insaciable -masculla.

- Lo que me gusta eres tu -le digo.

Sus ojos se agrandan y se oscurecen mientras me masajea el trasero desnudo.

- Desde luego, solo yo -grune, y de pronto, con un movimiento rapido, aparta todos los planos y documentos del escritorio, que se esparcen por el suelo, y luego me coge en brazos y me tumba en el lado corto de la mesa , de forma que la cabeza casi me cuelga por el borde-. Tu lo has querido, nena -masculla, sacandose un preservativo del bolsillo del pantalon al tiempo que se baja la cremallera.




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